Cuando el Principito abrió los ojos descubrió que estaba tumbado al lado de su volcán inactivo (aunque nunca se sabe). Se incorporó rápidamente y fue corriendo a ver a su flor.
¡Rosa, he vuelto!- gritaba mientras corría hacia ella.
Cuando llegó, el Principito cayó de rodillas.
Principito...- dijo la rosa débilmente-... Has vuelto...
El Principito la cogió suavemente. Sus pétalos se habían marchitado y habían perdido su belleza. Estaba enferma. Al Principito no había previsto aquello, y su rosa se moría. Era demasiado tarde.
Por favor, rosa, no te vayas...- sollozó. Al instante empezaron a caer lágrimas por sus mejillas. Estas calleron sobre la rosa. Esta última empezó a brillar. Recuperó aquellos pétalos tan rojos, aquellas espinas tan duras, aquellas raíces tan fuertes.

Desde entonces el Principito y su rosa viven juntos y contentos. Por suerte, el alimento preferido del corderito son los baobabs recién salidos, y las rosas le producen alergia.
Los adultos siempre tienden a ver como pueden solucionar sus problemas, no los solucionan. El mundo de los adultos es absurdo.
Fernando V.
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