Esta tarde he tenido la suerte de poder ir a ver el Real Madrid - Valencia al estadio Santiago Bernabeu. Sinceramente, he disfrutado como un enano. Era el primer partido que veía en la grada desde que Mou llegó al banquillo. Ya había olvidado la emoción de ver una disputa futbolística en vivo.
He vivido momentos de auténtica emoción. El vídeo recopilatorio de grandes momentos del equipo de la capital (con el Nessum Dorma de Luciano Pavarotti), la salida de los combinados al campo con el Himno del Centenario de fondo, la celebración de los goles... No tengo palabras para describir bien esta experiencia.
Dicho todo esto, he de comentar que a veces me sorprendo un poco. Todos los lunes, los abonados que acuden los fines de semana al campo discuten acerca del partido. Hay un pequeño grupo de habituales que, además de comentar las jugadas polémicas del partido, se dedica a criticar el ambiente, el tiempo o cualquier cosa que se les ocurra. En ningún momento dudo del amor que sienten por su equipo, porque todos los años suelen renovar ese abono. Pero ya no veo que sientan la misma magia que hoy he sentido yo.
¿Por qué la gente no disfruta de la misma manera? Yo creo que es por una simple razón. Los abonados suelen ir a todos los días que hay partido en el estadio de su equipo, porque pueden y porque tienen que amortizar el coste de este abono, que suele ser elevado. El ir a tantos partidos hace que la valoración que tengan de estos no sea tan importante, que se vayan acostumbrando (no quiero criticar a los abonados, lo cierto es que les tengo cierta envidia. Ya me gustaría a mi).
Con este texto no pretendo hablar acerca del fútbol o de la emoción de los partidos. Lo que realmente quiero decir con esta entrada es que:
``Lo bueno, si breve, dos veces bueno´´- Baltasar Gracián
Aprendamos a racionarnos las cosas buenas, asi las disfutaremos el doble.
Fernando V.
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